Lo de hoy no es propiamente una receta. Es más bien un reportaje gráfico de la manera en que nosotros preparamos y presentamos los huevos de oca que nos regala un buen amigo.
Los huevos de oca sorprenden por su tamaño, equivalente a unos tres huevos de gallina. Su cáscara es muy gruesa. La yema es bastante grande en relación a la clara y posee un color amarillo vivo. Es más densa que la de los huevos de gallina. El sabor es parecido también al de los huevos que comemos habitualmente y se preparan de un modo similar, fundamentalmente fritos.
Primero picamos finamente unos cuantos dientes de ajo y un trozo de jamón curado. Sofreímos hasta dorar y reservamos.
Para abrir el huevo hay que dar golpecitos con un cuchillo en todo el contorno puesto que la cáscara es bastante dura. Para ello lo mantenemos sujeto con un vaso o recipiente adecuado al tamaño.
Vaciamos el contenido del huevo en un plato. En alguna ocasión hemos separado clara y yema y cocinado por separado. Es decir, friendo la clara y, una vez cuajada, añadiendo la yema encima de aquélla para que se cocine en menos tiempo y quede líquida. Es bastante laborioso así que otras veces optamos por hacerlo todo junto.
Se pueden añadir el ajo y el jamón encima del huevo y verter todo junto en la sartén, o cocinar el huevo y añadir ajo y jamón casi al final.
Una vez frito, se saca sobre un plato y se añade un poco de pimentón.
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